#draft
#excerpt
(piensa Víctor durante algunas páginas)
Bueno. Ya. Las tres. Víctor todavía se sorprendía de esto de tomarse las cosas con puntualidad. Silla con ruedas, sin audífonos.
- Adentro.-
CE11 ya estaba allí, es cierto. Pero él ya debe haber actuado con esa disciplina desde antes del parto Cada quién con sus fáciles y difíciles. Sus condiciones lumínicas parecen emborronadas a propósito, como si quisiera enfatizar que se siente en un subsuelo. Como si no tuviera ventana. En estos días de trasnoche, sus pelos están despeinados con aleatoriedad exacta. Víctor no consigue distinguir su estado de ánimo: un poco derrotista, un poco agobiado, seguro. ¿Pero está cabreado? ¿Cuánto más jala? ¿Será que él mismo lo sabe? El estado de CE, quiero decir. O no sé. - Hola.- dice CE.-
- CE11.- dice Víctor.
- Cómo va todo.-
- Bien. Empecemos.-
- Está bien. Comparto pantalla.-
- Cómo.-
- Eh… puedo mostrar desde aquí.-
- Qué cosa.-
- Lo que se ve.-
- ¿Me vas a transmitir? ¿Ya todo?-
- Lo que se ve en las gafas.-
- Pero cómo voy a ver lo que se ve en las gafas si no estoy puesto las gafas.-
- Ah. Claro. Es que lo que voy a mostrar no necesita: desde el monitor ya se ve.-
- Ya se ve qué.-
- …-
- ¿Qué me vas a mostrar? -
- Eh… lo que habíamos hablado. Integración de Penumbra con el motor gráfico.-
- Sí. ¿Sin gafas? -
- Sí.-
- Cómo. Cómo puedes hacer eso. Quedamos en que iba a hacer el pull e iba a correr aquí.
- Ah… es que, bueno, eso va al final.-
- El final ya llegó, CE. Es este momento. Es esta reunión.-
- Sí. Pero no alcancé.-
- ¿Pero tienes algo? -
- Sí. Claro. Ya casi está.-
- Casi.-
- Entre hoy y mañana.-
- Ok. ¿Y tú sabías que iba a casi estar, por ejemplo, durante el almuerzo? -
- Eh… No sé. Bajé a seguir lo más rápido que pude.-
- De eso no dudo. Pero entiendes que podías haber dicho: “no alcancé, no vamos a ver en tus gafas, no podemos hacer en videoconferencia”.-
- Sí. Entiendo.-
- Hace diez minutos tampoco habías alcanzado.-
- Sí. Perdón.-
- Pirrdón. Deja de pedirme perdón. Pero ya deja de hacer huevadas.-
- Per… entiendo.-
- Entonces tengo que bajar.-
- O yo puedo subir. Ah. No. Sí. Tiene que bajar. Disculpas.-
Víctor sabe que no puede expresar más su molestia: CE11 ya está al límite de desconcertarse y tartamudear y lo que pasa cuando eso pasa es que empieza a aplastar las teclas equivocadas, y a tomar riesgos en el código para ahorrarse puteadas en el mundo real, y ese, ese es nuestro mayor peligro. Víctor se contiene, pero le cuesta. - ¿Valen ambas gafas de abajo?-
- Sí.
- No vamos a perder media hora con eso.-
- No.-
- Me estás diciendo que me voy a poner las gafas y todo va a funcionar a la primera, ¿sin configurar nada?-
- Ah…cierto. Es verdad. Sí, sí fuera mejor que traiga la suya.-
- Qué bueno que lo menciones. Ok. Estoy allí en diez minutos. Por favor ten todo abierto.-
- Bueno, en realidad no puedo abrir todo.
- ¿Me estás jodiendo?-
- Es que debo abrir ciertas cosas, mostrar, cerrar, abrir otras.-
- Bueno CE. Ten todo preparado. Crees que podemos entendernos con ese lenguaje?-
- Estaré listo.-
- No como ahora.-
- …-
- Bajo- dice Victor, y cierra la pantalla. Se lleva la macbook. Es cierto que se le había recomendado que se airée más a menudo: ciertamente ahora lo necesita. Él por él se fumara otro tabaco, que aún sepa a pasta. Pero no. Respira. Toma la mochila, apaga las luces, no pone llave, baja, sube.
El que sí tenía su macbook prendida era Ariel, sentado en uno de los sofás de la sala, que dibujaba cajoncitos redondeados en un tablero gris infinito y que ve, por encima del monitor, cómo Carmela se sorbe, maravillada, el primer bocado de su taza de café.
- ¿Puedo probar? - dice.
Carmela se alarma, pero no se riega. Primero por la intrusión inesperada, habiendo creído que estaba sola, pero sobre todo luego, por no saber qué contestar.- - Niño Ariel. Me hace asustar.-
- ¿Es rico? -
- ¿Qué? ¿El café? Bah. Es amargo. No le va a gustar.-
- Pero quiero probar.-
- Usted es muy jovencito.-
- Pero y qué pasa. Qué me va a pasar. ¿Qué le pasa a usted? -
- ¿Cómo que qué me pasa? -
- Aish. Cuando toma café.-
- Qué es pues gato a que haga aish. Nada me pasa. O qué cree.-
- ¿Nada?-
- Nada, nada. ¿O qué cree que le hace?-
- Le quita el sueño.-
- ¿Y dónde ha visto eso?-
- Todo el mundo sabe. Después de comer hay que sentarse, pedir un café, prender un tabaco y ponerse a conversar.-
Carmela abre la llave, se encuentra algo con qué lavar.- - Qué horror.- dice.-
- ¿Qué cosa?-
- ¿Y eso quiere usted? ¿Ponerse a hablar, con el tabaco en la mano?-
- Aish. No, no, allí se dañan los pulmones. Pero con el café no creo que haya nada de malo. Si hasta usted se toma, y muy contenta.-
- ¿Como que hasta usted?-
- Para completar el rosario.-
- ¡Ajo! - dice Carmela.- ¿Y usted me saca en cara que no reza?-
- No, no, no. Para nada.- dice Ariel.- Yo solo le pido una tacita de café.-
Carmela se ríe. - No señorito. Hoy no va a ser.-
- No me diga señorito.-
- Bueno patrón.-
- Oiga.-
- Qué.-
- Pero dígame por qué. Para qué se toma usted. Qué le hace.-
- ¡Ajo! ¡Parece reportero! Sí: es porque me quita el sueño. Por eso. Aunque a estas alturas ya no sé si me haga nada: puede que solo sea costumbre.-
- ¿Es solo eso?-
- Sí. Es solo eso.-
- O sea que ya no me duermo.-
- Tampoco, tampoco. A veces, después de la comida, el cuerpo quiere descansar. Se toma un café y se le quita un poco el cansancio. Un rato. Para seguir haciendo cosas.-
- Des-cansa. Eso ahorita me hace tanta falta.-
- También quita la cuchifatiga.-
- ¿La qué?-
- La modorra, de la comida.-
- Yaaaaa. Carmeeeeela. Deme una taciiiita.-
- Niño Ariel. Sosiéguese.-
- Por favor.-
- ¿Y estará pues usted bajo de energías? Es porque no come. No. No. No. Ahora va a dejar de comer y se va a poner a prender cigarrillos y se va a hacer pandillero o se va a enfermar.-
- Ya, bueno. No una taza. Pero déjeme probar.-
- No.- dice Carmela.- Se le va a dañar el horario. Y yo creo que ya está medio dañado.-
- Es que me mandan a hacer taaantas cosas.-
Carmela le ve. ¿Por qué? ¿Por qué este jovencito ya está presionado en sus labores? No está bien. No debería ser así. - No voy a ser yo la que le haga probar. Y punto.-
- Pero no entiendo. ¿Es maligno? -
- Que no, ¡carajo! Es para los adultos. Y yo no voy a ser la que decida si usted puede o no puede hacer ciertas cosas.-
- Por eso.- dice Ariel.- Lo decidí yo mismo.-
- ¡Se figura!- dice Carmela.
Suenan las gradas. Ariel se sienta y luego se vuelve a parar, para ver quién viene: sea quien sea, tendría que unirle a su causa, tendría que conseguir que le den la razón. Ya estaba cerca, piensa.-
El que sube es Rekairus Solórzano. De gabardina. Que no sorprendiera que saque de los bolsillos un ataúd o un gallinazo, o un chaulafán sin tarrina, o la corona del rey de los judíos, o quince metros de cordón umbilical. Moskas, cuikas, kucarachas: todas lo encuentran irresistible, milagro del ecosistema, desgarro interintestinal. - Tardes, tardes.- dice Rekairus.-
“Voto indeseado, pero voto igual”, piensa Ariel. - Hola Requi. ¿A ti te parece que está bien que yo tome café?-
- A qué te refieres.- dice Rekairus.-
- Que le pedí a Carmela que me deje probar. Pero no me deja.- Rekairus mira a Carmela, no encuentra misericordia. Vuelve a Ariel.
- ¿No te deja? -
- No.- dice Carmela.- No le voy a dejar. Si quiere probar, que sea en otro lado, y pasado por otra gente.-
- Bueno. - dice Rekairus.- No es a mí a quien le vas a tener que convencer. A mí, personalmente, la prohibición me parece irascible. Y sin embargo, se sigue practicando. La prohibición, el overstepping, el tabú. Yo, amigo, voto por la libertad. Y es por eso que me condenan.-
- ¿Pero qué te parece? ¿Qué te hace? ¿Cuál es tu relación?-
- Ah. No. Estrictamente profesional. Ni tinas ni peceras. No más de seis tazas por jornada. Si hay que estarse más despierto, entonces hay que pedir otro tipo de cosas.-
- Rekairus.- dice Carmela.-
- Bueno. Aunque no lo crean, estoy más bien apurado. Te augurio nobles aúreas para tu contienda, muchachín. ¡Que la inquisición retroceda!-
- Quisha, quisha.- dice Carmela.
- A que des testimonio a los derechos humanos: ve cómo me trata como cucaracha.-
- ¿Tú has tomado desde siempre? - dice Ariel.
- ¡Con eso se empieza! ¡Usted le debe estar enseñando a querer fumar tabaco!-
- Cómo.- dice Rekairus.- ¿El cafecito? Con los puchos no me meta: yo no he fumado desde hace años. Una tolita, de cuándo en cuándo, cuando buenamente salvan.-
- Calle, puerco- dice Carmela.
- No cierto que el café no tiene nada de malo.-
- Y él disque nos va a aconsejar.-
- Bueno.- dice Ariel.- Él es un adulto.-
Carmela se ríe. - ¡Qué dice! Suba, suba sacristán, para ya empezar a enjabonar.- - Lucha por tus derechos.- dice Rek, y sube.-
- No desertaré.- dice Ariel.-
- Proteste lo que quiera. Y, no sea malito, búsquese otros partidiarios.-
- ¿Otros qué?-
Rekairus, por su parte, acude al despacho de Tancredo Preta, busto encarnado, que vive en el sarpiñón y en la polvareda, que nunca estará listo para las visitas y a quien nunca se le irá, en vida, el olor a guardado. Rekairus toca la puerta. Tancredo le abre, despeinado. Luce un poco sorprendido.
- Rekairus.- dice.
- Tancredo. Qué gusto. ¿Me permites un momento? -
- Ah. Vaya. Claro, claro. Pero trata de contenerte las tosidas.-
- Me dices eso a mí.-
- Pasa, pasa. Pero con un poco de cuidado.-
La última vez que había venido, Rekairus se había arranchado un pedazo de un tomo de los pensamientos de algún sadista francés como si fuera turrón envejecido. Tancredo hubo reaccionado con desesperanza y jadeos.
Melancolía monasterial, sutil pezuña, nunca cruzaré esa ventana. Un mapa de los callejones de las proteínas, impreso por la Roche, pero en los setentas, y unas pocas estatuillas de bronce o de peltre: el típico quijote, o Bavieca herida, o miscelánea de barbas largas a quien Tancredo aún busca asemejarse en el talante distinguido o la gravedad del lenguaje y que, a estas alturas, alguna vez ya habrá considerado amigo, acompañante, colega. Ese Bismarck, por ejemplo. Ese Simón Bolívar. Ese Johannes Brahms. - Aquí hace falta un calendario de las chicas Brahma. ¿No te parece? -
- Hay días que creo que lo mejor sería encajetar y despachar a las oblatas, en esta misma calle.-
- Tancredo, por favor nunca repitas lo que acabas de decir.-
- ¿Te parece que sería de mal gusto?-
- No me refería a eso. Pero, claro, ahora que lo traes a colación, me haces considerarlo, creería que sí, al menos continuando con la lógica de que tú, tú, Tancredo Preta, consideras que ciertos libros de tu patrimonio son demasiado aburridos, y esa es la razón por la que quieres deshacerte de ellos… sí, no solo de mal gusto, sino un poco perverso. Déjame repetirte lo que puse en el grupo de padres de familia: esta escuela no tiene por qué funcionar como bodega de nadie.-
- De qué grupo hablas Rekairus.-
- Escúchame Tancredo. Yo sé que recién es miércoles. Pero estoy aplastado, desmoronado, y no veo otra salida más que el licor. ¿Podría pedirte un vasito del vermut que tienes reposando tras el tercer tomo del Rise and Fall of the Roman Empire?
- Ah. Vaya. No hubiera creído que ibas a subir por eso. Claro. Claro. Si lo ves necesario, no seré yo quien te detenga.-
- Ah. Todas las gracias. Que Dios te premie con estirpe numerosa y te guarde un espacio en el Reino de los Cielos.-
- Bueno. Yo también me tomaré un vasito.-
- Eso es lo que digo yo. Si la vida es corta, por mi madre. He visto quien le teme al vicio. Que se rehúsa, se eriza, y están por encima de la tentación, y se van del mall a la iglesia, se meten en el vitara con sus metabolismos de hierro y se van a dormir pensando en lo mismo que cuando se levantaron. Y se toman fotos en lycra y dicen al mismo tiempo: tú también puedes ser como yo.-
- Aquí tienes dos vasos.- dice Tancredo. Rekairus alza la botella que, tras el glaseado de polvo, revela, traslúcida, angostos senderos babosos que se separan y entreveran en tenue fosforescencia: las larvas del fermento.
- Ah.- dice Tancredo.- Pero ve cómo están. Robustas.-
A Rekairus le da chiste. Piensa: “a Tancredo le harían bullying en el más afable de los geriátricos, pero conozco sicarios sin el valor de entrar en este cuarto”. - Salud.- dice Rekairus.-
- Salud.- dice Tancredo.- Sí, mejor tomemos: ya ha estar empezando a hacer frío.-
Beben. - Aj.- dice Rekairus.- Rico está.-
- Sí. Bueno es. Sentémonos.-
- A lo que vinimos.- dice Rekairus.
Se sientan. - No sé si te he dicho - dice Requi, - pero a veces se me hace que eres un poco cabeza hueca. Quiero decir, literalmente.-
- Ah. Son unos ecos larguísimos, no te voy a negar.- dice Tancredo.
- Se demoran.
- Tienen que demorarse.
- Ajo.-
- No voy a estar apurado.
- ¿Cómo quién?
- ¿Cómo estás?
- Dime vos.
- ¿Cómo dices?
- Apurado.- dice Rekairus.
- ¿Con qué?
- Ves. Para vos es una enfermedad.
- Si no es porque quieres curarte, ¿a qué más vas a subir?
- Conversar Tancredo, ¡compartir! Verdad tenían abajo, no era de subir.
- De salir.
- Así estoy Tancredo, ¡encerrado! Toditas las noches las mismas sombras, les pido conversa y se quedan secas.
- ¿Eso dicen abajo?
- ¡Hecho una furia!
- ¿Carmela?
- Silvia.
- ¿Tanto así?
- ¡Por Dios! ¡Si con vos cada paja es un exorcismo!
- ¿Se huele?
- ¡Los truenos! ¡Las humaredas! ¡Los alaridos!-
- Les juro que no me di cuenta.
- Te creo, te creo. No pasa nada. Te quiero pedir un libro.
- ¿Por eso ya no sube Ariel?
- Están con un poco de susto, pero ya se les ha de pasar.
- Ojalá.
- Pero Tancredo. Hablando en serio. ¿No eres vos el que tiene que apurarse?
- Eso no tiene sentido.
- El sentido es lo de menos.
- ¿Eso crees?
- No. Parece que todo vale medio lo mismo.
- ¿Ves?
- Vive como te dé la gana.
- Si pudiera. - Si pudrieras. - ¿Qué dijiste?
- O muérete como te dé la gana. ¿Sí te has dado cuenta? Es cuestión de darle la vuelta. Partes del entierro y vas diciendo: ahí se murió de esta forma, antes se iba muriendo así.
- Ah, te has vuelto metafísico. - dice Tancredo.
- No, no, no hay fe en este negocio.
- ¿Entonces cómo tramitas? - ¿Con las termitas? - No te escuché.
- Callado, por dentro y por fuera.
- ¿Y yo soy el cabeza hueca?
- Obstinado en entender.-
- No me voy a poner a sentir.
- A estas alturas.
- ¿Vos sí?
- La temperatura, Tancredo. Eso creo que te anda fallando.
- ¿El termostato?
- Alguna pastilla ha de haber.
- ¿Vos tomas pastillas?
- Muy rara vez. No hace tanto frío, eso es lo que te quiero decir. Sobre todo en este cuarto; la cocina es un hielo.
- Pero ya debería estar haciendo frío.
- A ver. Si me llevo este calendario, ¿sabrías qué ropa ponerte mañana?
A Tancredo le da un poco de nervios. - Me dijiste que querías un libro.-
- Sí, sí, es por eso que subí.
- No me has devuelto el anterior.
- Pero de ese tienes varios.
- No tiene nada que ver.
- ¿Pero no quieres encargarte del cultivo?
- Mejor no me devuelvas.
- Gracias.
- ¿Qué andas buscando?
Rekairus le pide un Levantamuertos.
Se abre la puerta arriba: entra Víctor Serendipia, apurado, con la mac en la mano y camiseta de Magneto.
- Primo.- dice Ariel.-
- Hola. Hola.-
- ¿Está bien que tome café?-
- ¿No tomarás?- dice Víctor.
- ¿Qué dice? - dice Carmela.-
- Ah. Pensaba que ya tomabas. ¿CE está abajo, ¿no??-
- Me imagino.- dice Carmela.-
- ¿Pero puedo?.- dice Ariel.-
- Sí. Claro. Por qué me preguntas esas cosas. ¿Sí salen las pantallas para mañana?-
- ¡Se da cuenta!- dice Carmela.- Tiene que hacer tantas cosas que ahora tiene que tomar café. -
- ¿Qué?- dice Víctor.- ¿Tú le dijiste eso?-
- No exactamente. Y si se lo dije fue porque me quedé sin argumentos. Me tenía arrinconado.-
- ¿Se está quejando?- Le pregunta Víctor a Carmela.-
- Verá joven Víctor. Ya, si quiere probar, que pruebe. Pero yo no creo que sea bueno que se haga costumbre. A mí no me gusta cómo solitos se dañan el horario.-
- ¿A los cuántos años aprendiste tú, ¿primo??-
- ¿A los diez? Bueno. Bajo. Déjele tomar, pero que no salga a la calle.
- Eso no es cierto joven Víctor.-
- ¿A los doce? Aunque no lo crea, usted no ha preparado todas las bebidas calientes que he tomado en mi vida.-
- Pero casi.-
- Bueno. Así ha de haber sido. Silvia iba a venir. Adiós.-
Y baja. - Veeee.- dice Ariel.- Ya tengo permiso.-
- Qué permiso. Cómo va a decir que ha tomado desde los doce. Negrero.-
- ¿Cómo dice?-
- Nada. Nada.- Carmela suspira.
- Siento que es lo que me hace falta para estar completo.- dice Ariel.-
- Calle, mejor, calle.- Le queda viendo. - Con azúcar ha de querer.-
- Ah. Eso no sé.-
Carmela se bufa. - Pero enséñeme.- dice Ariel.-
- A ver venga.- dice Carmela. - Pero usted explíqueme. ¿Qué es lo que tiene que hacer con tanto apremio?-
- A ver.- dice Ariel. - Primero pasemos.
Retumban las pisadas de Víctor mientras baja las gradas: también un poco a propósito. La puerta está semiabierta. También está abierta la puerta del cuarto de Rekairus, lo cual, considera Víctor, es un riesgo de sanidad innecesario. Va, la cierra, y hasta eso se para CE, que le abre la puerta, y le sonríe, y está puesto una camiseta que dice Karacha. Víctor se dice: “ah, pero tampoco ha estado tan mal”. El pelo grasoso, humedecidas las axilas, pero a días, si no semanas, de cualquier denuncia en el ministerio.
- Y. ¿Ya alcanzaste?- dice Víctor.-
- Se hizo lo que se pudo.- dice CE11.
- CE, por favor. Ya no podemos estar jugando.-
- Yo nunca he estado jugando.-
- Ya. Pero entiendes lo que te digo. ¿Sí estás al tanto que ya va a venir gente de afuera? Y ya tenemos que demostrar si estamos haciendo algo de verdad o estamos haciendo jugadas preparadas de rasquinball. Ya. Ya vienen. Este mes.-
- Víctor. Es un commit de siete mil líneas.-
- ¡Siete mil! Pero CE. Quedamos en lo contrario. ¿Qué son? ¿Dos semanas de trabajo? Y la rama main sigue idéntica. ¿Entiendes la consecuencia? Se atora. El código deja de moverse y todos dejamos de movernos.
- Creo que esto ha sido lo más difícil.-
- ¿Pero ya está? Tenemos tantos pipelines atascados, a medio gas. Entra código búlgaro sin que nadie revise. El excel de crecimiento plano: cero, cero, cero, todo igual que hace un buen rato.
- Ya casi.-
- A ver, me pongo las gafas.-
- Pero quería explicarle algo antes. Aprovechar que bajó.-
- Cemencerio. ¿Estás tratando de posponerme?-
- No. No. No. Solo quiero cerciorarme de que estamos alineados; que las expectativas están alineadas.-
- Puta madre si me hiciste bajar por las huevas-
CE11 empalidece. - Está bien.- dice Víctor.- Discúlpame. Te escucho.-
- Pero tome asiento.-
- Ah. Muy amable. No más escape art in neovim, te ruego.-
De acuerdo: este cuarto sí parecía un poco un nivel de Fallout. Víctor se sienta en el sofá. Luces led verdes, rojas, tomates, vívidas u opacas, titilaban, en disposición arbólea, desde cajones de plástico electrificados sobre repisas enmaderadas. Las gruesas cortinas oscurecían una atmósfera ascética amarillenta cuya circulación de aire, sin embargo, es impecable: hay que enfriar mentecitas acaloradas tanto cuanto costosos servidores. “Quiero un rack de súpermicroprocesadores en la orilla del río”; claro, CE, concedido. “Mejor que Finlandia”, había dicho cuando recién se mudaron. Ahorita, ahorita, parecía que en su mayoría están apagados. O en stand by. - Ya pues.- dice Víctor.- To render or not to render.-
- No podemos hacer que sea al aire libre. No nos da. No sale para este mes.-
Víctor lo mira en silencio. Sabe que es verdad. - Pero CE. Era un efecto de bóveda. Te acuerdas. No vamos a calcular de la edad de la montaña cada que alguien venga a pasear.-
- El problema en nuestro juego es el cielo.-
- Que no es un juego.-
- Tiene que haber cómo, pero ahorita no llego. Hagamos cerrado, pero con todo lo demás.-
- Pero pidámosles a los de Peska. Y que ellos calculen.-
- Es que todo se vuelve más difícil.
- Bueno, CE, si fuera fácil…
- Podemos hacer un circuito cerrado que sea más chico, pero que sea increíble.-
- ¿Increíble? Voacreer.-
- Eso sí saco. Sacamos.-
- Pero CE. Espera. Hoydía iba a ser eso. El camino en el llano denoche. ¿Qué vamos a ver entonces?- Y cambia de cara.-
- No, no, no, sí tengo cosas. Ya tengo una planta, y tengo un vestíbulo.-
- Lo de Claudia, eso quiero ver. ¿La música sigue plana?-
- No. La acústica ya está bien.-
- Ya, pero, ya. Oigamos. ¿Para qué seguimos conversando? Ya, muéstrame.-
- ¿Pero todo bien?-
- ¿Qué cosa?-
- Que no sea al aire libre.-
- Yo cómo voy a saber si todo bien si no he visto nada. Por ahora no. Por ahora nada bien.-
- Pero…-
- Pero qué. Sí, CE, supongo: no es que nos esté financiando el Parque Nacional. Tendremos que cambiar. Pero yo veo que hay una diferencia entre nosotros, y es que tú me pides cosas y yo te digo sí, toma, aquí está; y tú en cambio me dices no sé, quizás la otra semana, hagamos más chico. Bueno CE. Hagamos más chico. Pero ya. Ya tiene que hacerse de verdad: no solo cerrar esta historia, sino ya todo. El mundo real está tocando la puerta, y no sé si tengo más formas de decirles «no se vaya, espérese un ratito».-
- Gracias.-
- Nada de gracias. Te juro que lo que menos creo es que este rato nuestras expectativas están alineadas. Pero. Por favor. Empecemos.-
- Bueno. Voy explicando mientras vamos avanzando.-
- Eso. Espera le digo a Requi que venga.-
- ¿La demo también es con él?-
- ¿Es él el que te preocupa? No. No sé. Digo: dado que no hay montañas, vamos a tener que reemplazar con otra cosa.-
A él en cambio se le había implantando un chip en un tatuaje, como mortífago. - Ya ha de bajar.- dice Víctor.- Conectemos.-
- ¿No repasamos el kanban? -
- ¿El kanban? CE. A ver si nos entendemos. Es booleano. ¿Vale o no vale? Sí. No. True. False.-
- Es que eso es justo lo que trato de decir. No es un booleano.-
- No. Sí. Para mí, hoy, sí. Y yo veré cómo redondeo.-
CE11 no responde. Víctor enchufa y se sienta en el viejo sofá. Se pone las gafas, suelta el velcro, se acomoda, puesto. Adentro. Es cierto que hay ratos en que duda del hardware stack, pero si ahora se viese desde afuera, corpulento y posmodernista, Víctor pensaría que nació para esto. Prende.
Lo recibe el domo con paneles cristáceos neón en medio de una imagen telescópica 360° cuya producción supuestamente hubo requerido el esfuerzo conjunto de la NASA con los astronautas de la India y tres corporaciones big tech norteamericanas cuyo nombre provisionalmente omitiremos. Víctor ya ha estado aquí, ya ha visto esto. Pulsa (o dramatiza una pulsación) en Nueva Partida antes de recibir cualquier directriz.
La leyenda de Nueva Partida se transforma en tres puntos suspensivos que van apareciendo, uno, otro, tres, ninguno, uno, en un gradiente azul eléctrico que cambia de color lento, poco y con transparencias. - Está cargando.- dice CE.-
- No iba a ser “menos de diez segundos”.-
- Es que es el ambiente de desarrollo.-
- Pero ya tenías abierto.-
- Es que se cargan muchas más cosas.-
- Bueno. Por ahora no pasa nada.-
- Sí. Eso es bueno. Por ahora no ha paniqueado.-
- ¿Quién? ¿Yo?-
- El programa.
- Ah. ¿Sí está corriendo?